
Froome, el Giro 2018 y algo más para la próxima temporada
Chris Froome es un ciclista al que la fama y el reconocimiento le han llegado de a poco, casi en pequeñas dosis. Sobre todo, fuera de su Inglaterra adoptiva. Es que se nace con carisma o se carece de él. Nairo Quintana por ejemplo irrumpió en el conocimiento del mundo ciclístico para ocupar de inmediato un lugar de preferencia en la afición. Alberto Contador otro tanto. Peter Sagan lo mismo.
El keniata sin embargo a tenido que lidiar con el tiempo para masificar su aplastante imagen ganadora. Rey del Tour en esta segunda década del siglo, recién comenzó a sumar adeptos en masa (fuera de su país, repito) recién después de su tercer amarillo en los Campos Elíseos, y se multiplicó este año con el cuarto triunfo y el doblete anual con Vuelta España.
De carácter afable y tranquilo, ha popularizado como nadie el potenciómetro a punto tal que, mas allá del innegable avance tecnológico, es imposible ya disociar la imagen del longilíneo Froome de su mirada permanente en el manubrio controlando cifras y Watts. Tal vez hasta injustamente se relacionan su impresionante palmarés en Francia, con sus específicos trabajos para mejorar la potencia.
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Lo que no de dice tanto es que todos los ciclistas actuales trabajan sus entrenos específicos del mismo modo y con las mismas herramientas. Tampoco hay que olvidar que en el ciclismo internacional son muy pocos los elegidos por la naturaleza para mover potencias fuera del alcance, incluso, del resto del pelotón. Lo dicho más arriba: el carisma se trae de nacimiento, análogamente la clase también. Froome es uno de los pocos elegidos de esta generación.
Sirva esta reflexión para tratar de poner en claro las motivaciones por las cuales Froome intentará hacer lo que Nairo y Alberto Contador no han logrado en 2015 y 2017, respectivamente, es decir ganar Giro y Vuelta en el mismo año. Pero además por su cabeza pasa el enlazar las tres grandes (y tal vez cuatro) consecutivas. Tour y Vuelta 2017, más Giro(?) y Tour (?) 2018. Sería algo excepcional si lo logra.
Cristopher Froome sabe que le hace falta el Giro para quedar como el más grande de esta segunda década del milenio. No tiene carisma, pero le sobra don natural y ambiciones. Para muchos aficionados es solo un robot rodeado de estrellas que además pedalea con platos ovalados. Pero la estadística no miente y él ya ha traspuesto la puerta de ingreso a la historia. Cuatro Tour de France lo certifican.
Candidatos para impedírselo sobran. Sera motivo de otra crónica compartida con los amigos de mundo bici.
@sgramos3